miércoles, 6 de febrero de 2008

Nos la cogemos con papel de fumar

No todas las entradas van a tener que ver con temas sexuales, pese a que algunos/as de mis lectores les gusten más. Hoy me ha pasado una cosa de esas que hace que pares un momento a reflexionar sobre el mundo actual.

Los que seáis de mi quinta (es decir de antes de que Franco pasase al otro barrio), recordareis que en nuestra infancia y juventud se podían hacer chistes de todo tipo sin que nadie se sintiese escandalizado u ofendido por ello. Había chistes de gangosos, de mariquitas, de mujeres, de cegatos (que me afectaban directamente) o de gordos (también me involucraban). De gallegos, de andaluces, de vascos y de catalanes. De ingleses, franceses y españoles que se encontraban en una misma situación peliaguda cuya resolución favorecía siempre la representante patrio. Humor de todo tipo.

Tus compañeros del colegio, del barrio, del gimnasio y de equipo de fútbol, te ponían un mote, y éste te pertenecía durante el resto de tu vida escolar (y a veces hasta el infinito y más allá).

En las clases estaba el alumno amanerado, el empollón, el patoso (que a veces me tocaba), el guapete, el mimado y el gamberro, todos compartiendo aventuras y desventuras escolares a veces divertidas, y a veces de índole negativo. Te pegabas con uno y llegabas a casa con el ojo a la funerala, y a tus padres no les daba un amago de infarto de miocardio, ni pedían la exclusión escolar del agresor y un curso de reciclaje para sus malvados progenitores.

Pasaba todo esto y nadie se rasgaba las vestiduras, salvo casos extremadamente graves.

Sin embargo, en los tiempos actuales ..... Los tiempos de talante ..... Resulta que éste ha desaparecido y con él se ha ido el sentido del humor. La capacidad de reirse de uno mismo y de los demás, salvo que lo hagas en un circulo íntimo donde la confianza te permita saber hasta donde se puede llegar, ya no existe.

Y si no lo creeis, mirad a vuestro alrededor, y pensad en ello. Bajo el lema de la libertad para todos, hemos dejado de ser libres. Nuestros pensamientos deben ser reprimidos ante el temor al que dirán. Hemos caído en la trampa que los políticos profesionales han tejido a nuestro alrededor para desviar la atención de los problemas realmente importantes. Nos la cogemos con papel de fumar.

Como no se me ocurre que música puede amenizar esta entrada, voy a atreverme con un grupo desconocido, Love of lesbian. La canción se llama Villancico para mi cuñado Fernando

1 comentario:

bastekcat dijo...

No se lo que te habrá pasado pero a mi me ocurre a diario. Cuando era pequeña me ponía en pie cuando un profesor entraba en clase, le hablaba de usted, jamás se me ocurriría levantarle la voz o hacer un comentario inapropiado.
Ahora que soy profesora tengo que pedir por favor cien veces que se callen para no perder la voz a gritos, tengo que apretar los puños ante las miradas agresivas, o callarme ante las provocaciones.

Ayer no fue diferente del resto de los días, salvo por la entrada en escena de un alumno de 17 años, 1º de Bachillerato y empollón que me levantó la voz cuando en un momento de barullo, cuando trataba de explicar algo a un alumno sentado en la primera fila, ni siquiera conseguía oirlo. mAsí que dando una voz (no era posible otra cosa) pedí "Por favor" que dejasen de charlar.
El empollón se transformo en paladín del resto y me grito:
"Tu quien te crees que eres para gritarme a mi, solo estabamos charlando y además no eres mi madre para mandarme callar".El resto enmudeció.

Solo me cabían dos respuestas, expulsarlo y ganarme su odio y el de sus compañeros para el resto del año o darle una lección de educación. Elegí la que creí más inteligente.
Callarme, tragarme el orgullo, decirle que no pensaba ponerme a su altura para no perder mi educación y tratar de dar clase con un nudo en el pecho.

Obvio decir que este tipo de escenas son habituales ( de dos a tres veces diarias) con los alumnos de la ESO, a los que sí suelo expulsar de clase en casos repetitivos.