Esto es una lavadora:
Esto, más o menos, es un fontanero:
Y esto soy yo:
Así me planteaba yo el fin de semana, cuando el primer elemento de esta composición pictórica, decidió que sus 5 años de servicio a la causa de la limpieza de los elementos textiles del hogar había llegado a su fin. Bien es cierto, que llevaba ya protestando sobre su excesivo uso, los últimos dos años. Es más, un elemento similar al de la segunda fotografía, pero con un poco más de movilidad en sus articulaciones, hacía año y medio me había cobrado más de un 100 € por echarle un ojo y dar un diagnóstico y una solución a los primeros achaques del electrodoméstico que, por lo abultado de su coste, había sido desechado.
El caso es que la muy ladina esperó al primero de mayo a eso de las 10 am para declarse en huelga indefinida, con un sospechoso ruidito de fondo previo al cese de su actividad laboral (que digo yo, que igual eran las soflamas huelguistas del tambor o de su motor). Ante sí quedaba un cesto lleno de ropa sucia (incluyendo innumerables prendas pertenecientes al uniforme escolar de las niñas) y la desesperación y una creciente ira en la cara de mi mujer.
¿Que queréis que os diga? Sí. Lo reconozco. La carne es débil. Ante el primer chaparrón verbal sobre lo bueno que hubiese sido pagarle al clickito fontanero la abultada factura de recambio de pieza, hice lo que nunca jamás en mi vida anterior al matrimonio hubiese hecho. Intenté arreglar la lavadora.
La primera operación fue la típica en estos casos. Inundar la cocina con el agua que se había quedado parada en el tambor. Podeis imaginar la escena. Un tsunami barrió las baldosas arrastrando consigo una de mis zapatillas (bueno, tampoco fue para tanto, pero queda más melodramático ¿A que sí?). Después de eso limpie el filtro, volví a colocar todo en su sitio e, imprudentemente, le dije a mi mujer que probase de nuevo. La lavadora volvió a cargar agua y de repente se paró. Esta vez no se encendía solo una lucecita. ¡Que vá! ¡Aquello parecía una discoteca! Todas las luces de la lavadora parpadeaban.
Vuelta a la inundación de la cocina. Eso sí fue un chorreo y no lo del Madrid al Liverpool. Lavadora 2-boticcario 0
Así pues, tuve que sacar el trasto de su cubículo, para intentar averiguar la causa del ruidito. Primero me peleé con la tapa superior. Según mi señora esposa, en su día el clickito la había sacado sin problemas y sin girar los codos (estos de Playmovil, que malos son, que no les dejan ni meterse el dedo en la nariz..... lo cierto es que debe ser dura la vida de Click, con esos movimientos tan limitados. ¿Como consiguen la autosatisfacc........? ¡¡Uy perdón!! Me estaba dejando llevar por mis pensamientos). ¡¡Pues sí!! A lo mejor él, lo había hecho sin problemas, pero en mi caso, era la primera vez que le metía mano a una lavadora y ya sabeis lo torpes que somos los tios la primera vez. Media hora levantando la parte delantera, pero sin mover la trasera, hasta que reparé en unos embellecedore ubicados en los laterales.
¡Taté! ¿A que esto tiene truco?- pensé. Y sí. Habí truco. Debajo de los embellecedores aparecieron dos tornillos raros. Menos mal que una vez me dió por comprar una oferta de ciento y un destornilladores con todos los diseños de tornillo habidos y por haber. Entre ellos estaba el que cerraba la lavadora.
Imaginaos la escena de 2001 Odisea en el espacio, cuando el mono descubre el fuego. Esa era la música de fondo que hubiese debido sonar en aquel momento. Un segundo antes, yo golpeaba la lavadora con sonidos guturales, saltando a su alrededor y enseñando los dientes, y un instante después YO, el que en su día había sido la vergüenza de mi padre por mi excasa habilidad manual con las herramientas, había conseguido abrir la tapa trampa de una lavadora.
Voy a seros sincero. Independientemente del orgullo personal por haber sido capaz de hacer eso. La operación no sirvió para nada más que para constatar que el interior de un electrodoméstico es una maraña de cables sucios y aparato eléctricos de origen y función semi desconocidos.
Pero no me desanimé. Visto que por ahí no iba a poder solucionar el problema, decidí abordar el asunto por otra parte. ¡La zona inferior! Como pude, volqué lateralmente la lavadora y decidí sacar las tuberias de desagüe, llenado y otra que no sabía para que estaba ahí, pero que ya puestos, también fue desmontada.
El caso es que la muy ladina esperó al primero de mayo a eso de las 10 am para declarse en huelga indefinida, con un sospechoso ruidito de fondo previo al cese de su actividad laboral (que digo yo, que igual eran las soflamas huelguistas del tambor o de su motor). Ante sí quedaba un cesto lleno de ropa sucia (incluyendo innumerables prendas pertenecientes al uniforme escolar de las niñas) y la desesperación y una creciente ira en la cara de mi mujer.
¿Que queréis que os diga? Sí. Lo reconozco. La carne es débil. Ante el primer chaparrón verbal sobre lo bueno que hubiese sido pagarle al clickito fontanero la abultada factura de recambio de pieza, hice lo que nunca jamás en mi vida anterior al matrimonio hubiese hecho. Intenté arreglar la lavadora.
La primera operación fue la típica en estos casos. Inundar la cocina con el agua que se había quedado parada en el tambor. Podeis imaginar la escena. Un tsunami barrió las baldosas arrastrando consigo una de mis zapatillas (bueno, tampoco fue para tanto, pero queda más melodramático ¿A que sí?). Después de eso limpie el filtro, volví a colocar todo en su sitio e, imprudentemente, le dije a mi mujer que probase de nuevo. La lavadora volvió a cargar agua y de repente se paró. Esta vez no se encendía solo una lucecita. ¡Que vá! ¡Aquello parecía una discoteca! Todas las luces de la lavadora parpadeaban.
Vuelta a la inundación de la cocina. Eso sí fue un chorreo y no lo del Madrid al Liverpool. Lavadora 2-boticcario 0
Así pues, tuve que sacar el trasto de su cubículo, para intentar averiguar la causa del ruidito. Primero me peleé con la tapa superior. Según mi señora esposa, en su día el clickito la había sacado sin problemas y sin girar los codos (estos de Playmovil, que malos son, que no les dejan ni meterse el dedo en la nariz..... lo cierto es que debe ser dura la vida de Click, con esos movimientos tan limitados. ¿Como consiguen la autosatisfacc........? ¡¡Uy perdón!! Me estaba dejando llevar por mis pensamientos). ¡¡Pues sí!! A lo mejor él, lo había hecho sin problemas, pero en mi caso, era la primera vez que le metía mano a una lavadora y ya sabeis lo torpes que somos los tios la primera vez. Media hora levantando la parte delantera, pero sin mover la trasera, hasta que reparé en unos embellecedore ubicados en los laterales.
¡Taté! ¿A que esto tiene truco?- pensé. Y sí. Habí truco. Debajo de los embellecedores aparecieron dos tornillos raros. Menos mal que una vez me dió por comprar una oferta de ciento y un destornilladores con todos los diseños de tornillo habidos y por haber. Entre ellos estaba el que cerraba la lavadora.
Imaginaos la escena de 2001 Odisea en el espacio, cuando el mono descubre el fuego. Esa era la música de fondo que hubiese debido sonar en aquel momento. Un segundo antes, yo golpeaba la lavadora con sonidos guturales, saltando a su alrededor y enseñando los dientes, y un instante después YO, el que en su día había sido la vergüenza de mi padre por mi excasa habilidad manual con las herramientas, había conseguido abrir la tapa trampa de una lavadora.
Voy a seros sincero. Independientemente del orgullo personal por haber sido capaz de hacer eso. La operación no sirvió para nada más que para constatar que el interior de un electrodoméstico es una maraña de cables sucios y aparato eléctricos de origen y función semi desconocidos.
Pero no me desanimé. Visto que por ahí no iba a poder solucionar el problema, decidí abordar el asunto por otra parte. ¡La zona inferior! Como pude, volqué lateralmente la lavadora y decidí sacar las tuberias de desagüe, llenado y otra que no sabía para que estaba ahí, pero que ya puestos, también fue desmontada.
¡No os lo vais a creer! Descubrí la causa del ruidito. Una pulsera infantil que se había quedado enganchada en la parte inferior del tambor y que de los lavados que había sufrido Dios sabe desde cuando, era totalmente negra.
Con relativa dificultad volví a conectar todos los tubos sin que me sobrase ninguna pieza y cuando terminé y volví a conectar y colocar a mi adversaria en su sitio, aparentemente KO, llamé a mi mujer.
"¿Recuerdas una serie que se llamaba Parker Lewis nunca pierde?"- le dije.- "Pues Jaime C. tampoco pierde." Craso error. Cuando reintentamos que la maquina volviese a funcionar, Terminator volvió a la vida y de nuevo comenzó la discoteca en su cuadro de mandos.
¡¡¡¡NOOOOOOOOOO!!!! ........ pero sí. La lavadora había fallecido.
¿Donde terminará esta aventura? ¿Conseguiré arreglar una lavadora en medio de un puente?¿Volverá el clickito fontanero a mi casa en festivo para cobrarme tres veces más por solucionar la avería?....Todo eso y más en el siguiente capítulo. Hasta entonces ser felices y no olvideis vitaminarse y supermineralizarse.